LA PIEDRA FILOSOFAL

LA PIEDRA FILOSOFAL

De Nathalie Rey y Enric Mauri

del 5 al 30 de junio del 2021

 

La industria alimenticia es, junto a la tecnológica, una de las más potentes del globo terráqueo. Si la segunda domina nuestras mentes por medio de la adicción al mundo virtual y a las aplicaciones digitales, la primera literalmente conquista nuestros cuerpos por medio de la manipulación de dos de nuestros sentidos más primordiales: el gusto y el olfato. Los aditivos, los saborizantes o exaltadores del sabor y del olor presentes en las comidas que compramos a diario en supermercados o restaurantes son los responsables de transformar el producto en algo completamente distinto de lo que era en su origen, cambiando su sabor, olor y textura. Basadas en estudios neurocientíficos más capilares de lo que nunca nos podríamos imaginar, estas sustancias son fabricadas como drogas evocadoras y adictivas, capaces de simular autenticidad. Así que, a estas alturas de la historia del capitalismo industrial, nos parece totalmente normal comer una patata frita con sabor a barbacoa, una gominola con sabor a violeta o beber agua con sabor a fresa, o ¿por qué no?, una piedra con sabor a profiterol. Para nuestra percepción de seres humanos nacidos y criados en la cuarta fase del capitalismo industrial, el límite entre lo que es natural y lo que es artificial queda completamente difuminado.

De este desdibujamiento conceptual trata esta exposición. El proyecto realizado por Nathalie Rey y Enric Maurí durante las dos semanas de residencia en CACiS de El forn de la calç se compone de cuatro piezas: un vídeo con el título Piedra Filosofal, dos fotos de la serie Naufragio I y una intervención en el espacio exterior del centro con el título Cacas de artista. La operación de cocinar unosprofiteroles que vemos documentada en el vídeo puede ser interpretada como una alegoría de la producción de bienes en la cultura occidental capitalista, de la ciencia, de la industria pero también del arte, que procesan los recursos del planeta para adaptarlos a sus necesidades. En ese sentido, nacería de la sospecha de que en la era del capitaloceno la naturaleza pura es indigesta para el ser humano, mientras que, por otro lado, cualquier cosa puede valer si se procesa hasta volverla digerible. El recurso de la fábula, sugerido por el disfraz y la música que insinúan una situación de fantasía, nos reconducen a la idea de artificio, de espejismo, de falsificación de la realidad material, de artificiosidad, de ilusión de realidad. También nos lo sugiere la imagen de la bruja, una figura que en el imaginario popular siempre está asociada con la naturaleza y la magia de la alquimia, esto es la habilidad de transformar los materiales. Una metáfora a su vez de la ciencia, de su pretensión de ir más allá de lo dado. En el vídeo, el ser humano se identifica con su cuerpo orgánico en fusión con la materia ajena a él por medio del acto de comer, siendo la comida un símbolo de esa relación con el cuerpo, aquella parte de nuestro ser asociada a lo animal, lo natural o lo instintivo. Pero también a lo abierto, porque comiendo, por la vía de la boca, dejamos entrar en nosotros, en nuestro físico, en nuestra materia constitutiva, a agentes ajenos que no siempre nos nutren sino que, por lo contrario, más bien nos intoxican. La intoxicación del cuerpo humano y del cuerpo terrestre – abarcada esta última en la intervención en el espacio exterior Cacas de artista – es otra preocupación de los dos artistas que expresan haciendo uso del plástico.

Entonces, es legítimo preguntarse: ¿Cómo volver a la naturaleza sin dejar de ser humanos? ¿Cómo salir de este círculo vicioso? ¿Puede el arte ser el conductor de este viaje de retorno? Daniel López del Rincón nos recordaba en el catálogo de la exposición PostNaturaleza que, al fin y al cabo, el diálogo entre arte y naturaleza ya es artificio. Y esto no solo emerge en la reflexión acerca de la relación entre el cuerpo y la materia, sino también en su relación con el paisaje o el hábitat en el cual nuestro cuerpo se mueve. La tentativa de volver a la naturaleza del Land Art ya era una forma de post-naturaleza, demostrando que el paisaje en sí, el concepto mismo de paisaje o de realidad territorial, es un “constructo”. A esta reflexión nos reconduce también la intervención en los exteriores del CACiS de El forn de la calç. Sin embargo, si lo pensamos bien, podemos ir más allá y estirar este razonamiento hasta ver que el mismo concepto de naturaleza, aunque tendamos a asociarlo a lo puro, ya es un artificio, pues contiene un carácter ideológico. Para intentar contrastar este peligro, Nathalie Rey y Enric Maurí recurren a un fuerte componente performativo, se esfuerzan de pensar como materia, se asimilan con la materia por medio de sus cuerpos y no como identidades abstractas, conceptuales o ideológicas. Dominar esa materia, esa ‘fisicidad’, sea tal vez una ilusión propia de las fábulas, como lo es también pretender mantener su “pureza”. Tal vez la vida en esta tierra es otra cosa, algo más cercano a un enredo de procesos contingentes y relacionados que nos llevan a las tierras inexploradas e híbridas de la post naturaleza.

texto Por Federica Matelli

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